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sábado, 31 de octubre de 2009

PANTEÓN DE LA ENSM 2009

Autor: Profr. Benjamín Cortés Valadez


RAUDO LLEGÓ A LA NORMAL
EL FATÍDICO NOVIEMBRE
COSECHA LO QUE SE SIEMBRE
ES LA SENTENCIA FATAL
Y ASÍ LA PARCA ,PUNTUAL,
CON ÍMPETUS ASESINOS
VINO A INTERRUMPIR DESTINOS
Y HACER QUE TODO EL PADRÓN
DE ESTA GRAN INSTITUCIÓN
YA NO CARGUE PEREGRINOS.

LLENA LA CAFETERÍA;
CON PAREJAS EN LAS CANCHAS,
CON BESOS MUY A SUS ANCHAS,
NADA RARO SE VEÍA,
ERA COMO CUALQUIER DÍA;
MAS SE OYÓ: “NO TE CONFÍES,
LA MUERTE YA ES DE LAS CIEES
Y VIENE A CERTIFICAR,
A PONER CON SU ENTERRAR,
LOS PUNTOS SOBRE LAS ÍES.”

SE ESCUCHARON OBVIEDADES:
NO HAY INTENCIONES AVIESAS,
SE QUIEREN VER FORTALEZAS
Y TAMBIÉN DEBILIDADES;
PERO ÉSTAS, POR LAS EDADES,
RÁPIDAS APARECIERON
Y AUNQUE DESPUÉS EXIGIERON
SE MOSTRARAN EVIDENCIAS
PERDIERON SUS EXISTENCIAS
AQUELLOS QUE LAS PIDIERON.


EL PRIMER CERTIFICADO
FUE EN JERARQUÍA, EL DIRECTOR:
LA PARCA CAPTÓ SU OLOR,
PALIDEZ EN ALTO GRADO,
SU TRANSMISOR, APAGADO,
SU DESPACHO EN PAR ABIERTO,
DE HISTORIA IGUAL EL ENTUERTO;
AL FINAL DIJO: “NO HAY DUDA,
NI SE ACONGOJA NI SUDA,
CERTIFICO QUE ESTÁ MUERTO.”

TURNO DEL SUBDIRECTOR
QUE EN EL RANGO ES EL SEGUNDO
YA SU SITIO EN ESTE MUNDO
ES NEGATIVO FACTOR;
CUENTAN QUE ÚLTIMO ESTERTOR
LO EXHALÓ CUANDO LA MUERTE
LE DIJO TE NOTAS FUERTE
PERO POR LÍOS GRANDE Y CHICO
HOY A QUÌ TE CERTIFICO
QUE TU HILO VOY A ROMPERTE.

A JEFAS DE DIVISIÓN
LAS AGARRÓ HACIENDO SUMAS
LES MULTIPLICÓ LAS BRUMAS
Y YA ESTÁN EN EL PANTEÓN
Y SU CERTIFICACIÓN
FUE DE INQUINAS MANIFIESTAS
Y CONCLUSIONES FUNESTAS
PUES LA MUERTE ASÍ AGREGABA
LA OPERACIÓN QUE FALTABA:
AHORA SON TAN SOLO RESTAS.


AL GRUPO DE LOS NOTABLES
TAMPOCO LES FUE MEJOR
CON INFINITO FUROR
LES DESCONECTÓ LOS CABLES;
Y ENTRE LAS CAUSAS PROBABLES
DE SU MUERTE HAN MANEJADO
CON ORGULLO INUSITADO:
“ES QUE SABÍAN DEMASIADO”.

Y LOS DEMÁS PROFESORES
TAMBIÉN SU CERTIFICADO
A SU PESAR HAN SACADO;
INÚTILES LOS RIGORES,
PERIODOS AGOTADORES
CON DOCUMENTOS EN FILA;
PERO LO QUE LOS ENCHILA
ES QUE LA MUERTE MALEVA
ALLÁ DONDE AHORA LOS LLEVA,
SEGUIRÁN CON LA MAQUILA.

AUNQUE AHORA YA ESTÁ EN LA NADA
LA NORMAL SE CONGRATULA
PUES DOCUMENTO ESTIPULA:
RESULTÓ CERTIFICADA;
PERO EN DGENAM LA HOMBRADA
ES POR COMPLETO LO MISMO
PORQUE CON MORTAL CINISMO
CASI ACABAN EL LETRERO
QUE LE PONDRÁN CON ESMERO:
“NUEVA ESCUELA DE TURISMO.”

Noviembre 2, 2009

domingo, 25 de octubre de 2009

Cuando y como acabará la crisis.

El amante mar y las Sirenas.

Como el rayo de luz que el sol envía,
así entras tú en mi soledad.


Siento el susurro del mar hecho espejo,
el murmullo de las olas me tiñe de amor,
y veo tus ojos,
como aguas profundas,
morar en tu rostro,
danzantes, alegres...
cómplices.


Me miras,
me unes a ti,
y no sé si será durante un instante,
o será para siempre sin saber
si eres muerte o eres vida.


Mirándome largo,
mirándome intenso,
me estrechas entre tus olas,
y mi condena es nadar, fluir, danzar,
en el azul de tus mares.


Tus manos suben
desde el fondo de este sueño,
y emergen de aguas vivas,
que resbalan por tus ojos
moldeando mi cuerpo,
construyendo mi nombre,
llamándome...

Marina

domingo, 18 de octubre de 2009

Décimas-Calaveras 2009

Autor: Profr. Benjamín Cortés Valadez


Noviembre, fecha anhelada

porque el pueblo está que trina;

ya viene ahí La Catrina

muy del brazo de Posada

pa’ que esta banda amafiada

de políticos malvados

que nos tiene bien hambreados

pague sus inequidades

se les digan sus verdades

y sean al fin enterrados.

La muerte bien que merecen

por arruinarnos la vida;

ellos sí buena comida,

los vemos cómo embarnecen

pero ora mejor que recen

si se saben la tonada;

flaquita, eres nuestra aliada,

cobra ya justa venganza

por toda su pinche transa

que al país lo ha vuelto nada.

Empieza ya tu labor,

haz de azules gran limpieza

y no dejes viva pieza

tampoco del tricolor;

para que este gran favor

nos lo hagas en forma presta

con mi tirria manifiesta

sus nombres te iré diciendo

y tú, su cuello torciendo;

ahi te va lista que apesta:


FELIPE CALDERÓN

Por ser seguidor truhán

de la narco- delincuencia

elevó a la n potencia

la violencia con su afán;

granadas y tehuacán

convirtió en artesanías

y hoy que termina sus días

queriendo cobrar el dos

ya no hará fortuna atroz

subrogando guarderías.


MARGARITA ZAVALA

Donar sus órganos quiso

y al morirse Margarita

la enterraron completita

y esto no le satisfizo;

de los ojos, caso omiso;

de riñones, ni un pedido;

fue tal éxito obtenido

de otorgar subrogaciones

que sólo hubo peticiones

que donara el apellido.


JOSÉ ANGEL CÓRDOBA

Por buscar heces fecales

en agua capitalina

y no así la medicina

para influenzas tan mortales

la parca le envió señales

de que cual Fuenteovejuna,

de influenza muertos, a una,

lo iban pronto a dejar tieso

y vio triste que para eso

tampoco tenía vacuna.


AGUSTÍN CARSTENS

Dentro de las conclusiones

en que se creía perito

vio que Doctor Catarrito

no iba con sus dimensiones;

crisis de sus proporciones

puso al país al garete

pero al fin la muerte flete

le pagó para su viaje

y aun con multa de equipaje

se fue dando su paquete.


ELBA ESTHER GORDILLO

Su error en pronunciación

pareció a la muerte el colmo;

pidiendo peras al olmo

la examinó en la dicción;

risible repetición

mientras rezaba a la ACE

no pudo unir ni una frase,

cambió fórmula a la influencia;

ya morir fue su sentencia,

no pasó la prueba enlace.


MARCELO EBRARD

“Disculpe usted la molestia

que le causa este recorte”.

Sólo eso decía el reporte;

Ebrard se murió a lo bestia.

Al final con inmodestia,

de la Cuevas disfrazada,

la muerte bien maquillada

a Tláhuac llevó a Marcelo,

y ahí, para su consuelo,

lo enterró en tumba dorada.


CARLOS ROMERO DESCHAMPS

Carlitos sigue de suerte,

ya tiene toma de nota,

no de Lozano, el idiota,

sino de la misma muerte;

se siguió sintiendo fuerte

aunque ya no estaba vivo

pero se tornó agresivo

y como pozo extinguido,

cuando se vio suprimido

del contrato colectivo.


RAFAEL ACOSTA, JUANITO

No hay duda, no somos nada;

Juanito murió, es notorio,

porque ahí está en su velorio,

muy atenta, la Brugada;

sospecha mala jugada

del chuchismo merolico

o el panismo, mal hocico,

Mariana o Jesús, de cierto

quieran alzar gallo muerto

resoplándole en el pico.


ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR

Aun ya muerto está renuente;

su propuesta alternativa

para ser persona viva

la está apoyando la gente:

él quiere seguir viviente

pues sólo así los ladrones,

banqueros y calderones

no nos golpearán tan fuerte;

por eso grita a la muerte:

¡Al diablo con los panteones!


MARTÍN ESPARZA

A Martín, voz de los muinos

por golpe al sindicalismo

y luz vender con cinismo,

dejan entrar a Los Pinos;

creyó cambiar los destinos

pero estaba decidida

traición así concebida:

con particular poder

la muerte cual Luzyfuer

también requisó su vida.


DEMETRIO SODI DE LA TIJERA

A todos daba entrevistas

siempre que le redituara;

sabía que aunque más gastara

en el Trife son panistas

y del bonifacio artistas;

mas Sodi olvido suicida

tuvo en cómo se apellida

y en la Hidalgo chapucera

Átropos, la parca fiera,

le tijereteó la vida.


BARACK OBAMA

Por el oslo ése que hicieron

con el nobel de la paz

a quien no ha sido capaz

de irse de donde murieron

tantos cual bombas cayeron,

con coraje de una suegra

la muerte a Barack integra

como recién fallecido

pues en premio recibido

lo acusó de mano negra.


JAVIER AGUIRRE

Sudáfrica, última fase;

ya Aguirre no es de los vivos;

Fifa ordena a directivos

decir: “Vasco, muerto yace.”

mas Televisa tal frase

a su interés la adecuó:

como el negocio ganó

de ir a Sudáfrica al fin,

ordenó diga Joaquín:

“Este arroz yace coció”.

Noviembre 2, 2009

Apuntes sobre la Escuela Normal Superior de México.

CARAS CONOCIDAS DE LA NORMAL

Por Alejandro Miguel

En la ENSM de los sesenta, había glorias locales y verdaderos personajes con prestigio más allá de San Cosme, inolvidable rumbo de muchas batallas.

Las miradas se concentraban en el mítico y casi fauno de cortesía desconcertante: Arqueles Vela, el prosista impar del Estridentismo. También se dejaba querer, un tanto con sequedad, el historiador Agustín Cue Cánovas, izquierdoso declarado y asiduo de la Tribuna de México.

Por allí "también pasaban" Miguel Bueno, filósofo y alto jerarca del INBA, metido en columnas periodísticas de Excelsior; la angelical maestra Rosario María Gutiérrez Eskildsen, con quien se aprendía didáctica del español, aunque deslizara su candor reaccionario; Agustín Mateos, una institución de las etimologías grecolatinas; Arturo Fajardo Carvajal, que a sus ochenta años confesaba que había descubierto que su verdadera vocación era la de violinista; Luis Álvarez Barret, experto en política educativa; Margarita Paz Paredes, "La Venus de Ermilo", que por su obra estaba en las librerías y en los suplementos literarios; el maestro Ermilo Abreu Gómez, miembro de la Academia de la Lengua.

Andrés Henestrosa tenía prestigio externo, pero en el aula tenía facilidad para repetir sus anécdotas. Emma Godoy, mujer vital, daba cursos de estética con gran brillantez, a pesar de su filiación a la derecha.

Ese era, en lo humano, el plantel de Fresno 15, donde lo que se plantaba crecía. ¡Ah!, las muchachas estudiantes eran adorables en todo.

El Barbero de Sevilla, "Figaro" de Rossini.

sábado, 17 de octubre de 2009

Maurits Cornelis Escher,

Francisco Miguel Yáñez Pichardo

Fr Francisco Miguel Yáñez Pichardo Navegando en Internet, encontré la siguiente página que esta en Facebook: http://www.facebook.com/pages/M-C-Escher/14536948199 Es una de las más completas que he visto. Este Artista es uno de los que más admiro, sus grabados involucran a las Matemáticas y el Arte. Son 267 Imágenes las que puede usted admirar.

Maurits Cornelis Escher (June 17, 1898 – March 27, 1972), usually referred to as M. C. Escher, was a Dutch graphic artist. He is known for his often mathematically inspired woodcuts, lithographs and mezzotints. These feature impossible constructions, explorations of infinity, architecture and tessellations...
Otra figura pública:59.761 fans

jueves, 15 de octubre de 2009

Todo lo que necesitas es AMOR.

Arreola: El loco por la literatura / 1

En mil novecientos cincuenta y cinco, ¿febrero o marzo?, la XELA había radiado que en la Feria del Libro, instalada en la plaza Morelos, a un costado de la Ciudadela, tenía el escritor Juan José Arreola un puesto donde esperaba la llegada de escritores noveles para incluirlos en su recién iniciada colección Los Presentes. Yo fui con un primer librito de cuentos de cuyo título no quiero acordarme, y por primera vez vi a Arreola:

Enmarcado en el escueto stand de madera, en los humildes suburbios de esa feria libresca cuyo centro era ocupado por los grandes editores, se me apareció como flaco signo de interrogación, oscura chaqueta de pana, inglesa gorra de visera, nariz angulosa y afilada, mata de cabello gallardamente despeinado, pequeños ojos vivaces y manos de mimo, de orador de plazuela, de acariciador de raras encuadernaciones, de mujeres ideales o idealizadas, de curvas prosísticas y rotundeces en verso. Sentado y engarabitado ante un tablero de ajedrez, frente a Eduardo Novoa, novel autor de unos Fragmentos, Arreola, mientras vigilaba y comentaba la estrategia del juego, recitaba a Lope o a Claudel o a López Velarde, atendía a los visitantes, alababa los libros expuestos, que no todos eran de los editados por él pero sí magníficos y algunos raros, de los buscados por unos cuantos lectores no siervos de la moda: recuerdo sobre todo una edición de Emecé de las Vidas imaginarias de Marcel Schwob traducidas por Ricardo Baeza: un aristocrático tomito en octavo, de encuadernación en oscura tela azul y páginas color hueso esmeradamente tipografiadas, libro codiciadísimo por mí, que no había logrado obtenerlo en el idioma original, y cuyo precio nunca tuve el valor de preguntar. Cuando me presenté y le presenté mis cuentos, me tomó la carpeta del original nada original, lo ojeó, leyó en voz alta unas líneas, asintió con la cabeza y me ofreció publicarme aquello, disculpándose de que yo debiera costear parcialmente la edición con una corta cantidad. Luego me invitó a adquirir algunos de los títulos ya publicados en su colección, y yo, desembolsando todo lo que en la ocasión tenía mi flácido bolsillo, compré Lilus Kikus de Elena Poniatowska, Los días enmascarados de Carlos Fuentes y Ausencias de Carlos Valdés, y él como agradecimiento me dijo que los autores se aparecerían dentro de poco allí y me los dedicarían. Así ocurrió: los tres llegaron al poco tiempo, uno a uno, y me los presentó anunciándome como un “joven Charles-Louis Phillippe” (demostrando con ello su velocidad y tino de lectura, porque, con un solo un vistazo a uno de mis cuentos, había detectado en él esa fugaz influencia).

En el tiempo en que se hacía en la imprenta mi librito lo acompañé en unos cuantos recorridos de distribución de Los Presentes, trabajo que para él era de placer. Íbamos desde unas oficinas de la empresa Delher en Bucareli, su ganapán como redactor de gacetillas de publicidad para las estufas de esa marca, a la heroica, estrecha, destartalada y lenta imprenta Juan Pablos en la primera calle de Donato Guerra, en la que discutía con el profesionalísimo y melancólico director tipográfico, el señor Baltasar Hidalgo, algunas características tipográficas de un “presente” allí en prensa, y luego a un café cercano, el Kiko’s de Juárez frente al Caballito, donde, disculpándose él por no quitarse la gorra de visera porque, decía, le quedaba el pelo como de muerto, tomábamos refrescos, y más tarde me invitaba a acompañarlo hasta su casa (que no puedo precisar ahora dónde estaba, me parece que hacia el este de Paseo de la Reforma), pues le sucedía que no podía andar solo por grandes lugares abiertos, tenía ese problema con esta ciudad y confesaba ser agorafóbico, misterioso vocablo que yo nunca había oído. Y cómo recuerdo esas andanzas en que Arreola, cruzando las calles con un estratégico descuido, pensando quizá que la Providencia de las Letras lo preservaba de las embestidas de coches, autobuses, tranvías y camiones, unas veces tomándome del brazo en el paso de peatones para inmovilizarme con la cita de un verso en español o en francés (¿entonces fue cuando supe de las mínimas, exactas y divertidas Contrerymes de Paul-Jean Toulet?), otras soltándome para ejecutar una teórica demostración del arte de la esgrima o para imitar al mimo Pierrot-Baptiste de Jean-Louis Barrault en el film Les enfants du paradis, iba hablándome de libros, de escritores, de vinos, de ajedrez, de las mujeres, de su pueblo jalisciense, de literatura, siempre literatura, o de cosas y asuntos que, viniesen de donde viniesen, aterrizaban en la literatura, o, fuesen hacia donde fuesen, despegaban de ella, siempre flotando entre la realidad y la arreolidad. Ninguno de aquellos vertiginosos no monólogos sino diálogos de Arreola con su reflejo daba la impresión de estar preparado, salvo que los hubiera ido urdiendo desde el pueblerino comienzo de su vida, no ya desde que hubiera comenzado a leer y escribir sino desde que había comenzado a respirar, o desde que, fascinado, habría oído a parientes y familiares, a campesinos y artesanos, a vendedores de plazuela, los merolicos, soltar sus discursos y decires, diciéndose ya desde entonces que él tendría que poseer esa llave mágica, el don de la palabra. Me pareció que hablaba no tanto por lo que tuviese que decir como por el gusto de hacer surgir las palabras, sentirlas aletear en los labios, saboreándolas, oyéndose hablar sin solemnidad, pero con una teatralidad espontánea y excitada de la que él mismo era el primer sorprendido. Perdón, digo bien: tetralidad, porque en aquello ponía no sólo la voz y la declamación, sino además todo el cuerpo convertido en vehículo de su verbo: los ojos chispeando, la afilada naríz explorando el espacio para verificar si allí cabían más palabras, las manos moviéndose como ágiles tramoyistas alrededor de él, mimando la forma, el volumen, el aleteo, el color del habla. Escribía así en el aire y en el instante su prosa alada, convocando y recitando de paso a Lope, Góngora, López Velarde, Schwob, Claudel, Reyes, Torri, Rulfo, y, sin parar en supuestas jerarquías, hermanaba con ellos los grandes narradores orales y anónimos de su tierra, trayendo a cuento a todo lo que viniese o no a cuento, mezclando, rehaciendo, rediciéndolo todo con la respiración libre del gozoso hablante peripatético, cada palabra invitando a la siguiente a viajar una vuelta al mundo en treinta minutos, a bailar un vals sin fin por el planeta.

Y de cuando en cuando, con cualquier pretexto, como recurriendo a un fetiche verbal, un amado talismán de métrica, rimas, acentos, música del idioma, encontraba el modo de decir, con tono y silabeos admirables, el soneto de Lope:

Suelta mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes tú de igual decoro;
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.

Ponle su esquila de labrado estaño
y no le engañen tus collares de oro;
toma en albricias este blanco toro
que a las primeras yerbas cumple un año.

Si pides señas, tiene el vellocino
pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
como durmiendo en regalado sueño.

Si piensas que no soy su dueño, Alcino,
suelta y verásle si a mi choza viene,
que aún tienen sal las manos de su dueño.

Dos o tres veces, en esas febriles andanzas, compartiendo yo su sacra enfermedad: la pasión por los libros como seres y objetos, lo acompañé a incontables librerías donde buscaba él colocar Los Presentes con muy desigual éxito, pues los casi cuadernillos o plaquettes eran rechazados, o en caso de que se aceptaran, había que dejarlos “a comisión”, y es que, salvo Andrés Zaplana, el dueño de dos grandes y desordenadas librerías: una en San Juan de Letrán casi esquina con Avenida Júarez, y la otra en Avenida Juárez casi esquina con Bucareli, frente a El Caballito y al edificio de Relaciones Exteriores, y que compraba puntualmente una decena de ejemplares de cada título lanzado por el romántico editor, todos los libreros se ponían reticentes, sonreían, se disculpaban, alegaban que ya no había espacio en sus mostradores, que era demasiada responsabilidad cuidar de una mercancía fina que estaría mucho tiempo sin venderse y sería estropeada por el manoseo de los lectores de pie, esos que no compran libros pero los leen en las librerías, algunos de ellos desde la portada al colofón. Y para seducir a los comerciantes del libro Arreola se desflecaba en alabanzas a la espiritual mercancía, encendiendo toda la cohetería de su labia, la pantomima de su gestualidad, ponderando cada libro como la revelación del momento en las letras mexicanas o de habla española: cada poeta podría ser un nuevo Díaz Mirón, cada cuentista un renacido Maupassant, y todos miembros serían capitanes de la vanguardia literaria dernier cri y a la vez marmóreos clásicos del futuro.

Colaboré con él en la lectura y la corrección de pruebas, en su casa o en un pequeño café vecino, y creo que en esos días me enteré de que, según una encuesta de la Unesco sobre las profesiones más fatigosas, que incluía las de leñador, conductor de locomotora, labrador, minero, carpintero, fundidor, herrador, qué sé yo cuántos más, aparecía en los primeros lugares la de corrector tipográfico, profesión heroica y sin gloria, que no en balde a las primeras pruebas de imprenta se les llamaba galeras. Arreola mismo hacía ese trabajo en las galeras de los textos publicables, pues veía en la corrección de pruebas una variedad de las artesanías tradicionales, una humilde pero imprescindible y querible profesión compañera de la de las letras, y sin duda lo mismo sentía por todo lo que abarcaba la confección de los libros. Por ejemplo, la encuadernación...

La encuadernación era, cuando menos en aquel entonces, una de las pasiones menores que giraban en torno a su gran pasión de la literatura. Un libro amado era para él un ser vivo que pertenecía simultáneamente a la vida privada y la vida pública de su poseedor, como una lujosa amante secreta que debía ser acariciable en la privacía de uno solo y a la vez debía estar muy bien vestida ante las miradas de los demás. Tuve evidencia concreta de esa pasión cuando lo acompañé una o dos tardes a un cuarto de azotea, ¿del Convento de las Vizcaínas?, ¿del Palacio de Minería?, donde tenía instalado su obrador un encuadernador solitario, verdadero artista en el oficio de vestir al libro, a quien Arreola, que lo llamaba maestro, le encargaba sus obras y sus joyas bibliográficas, y con el que se demoraba examinando y eligiendo cueros, telas, papeles, tipos para titular en dorado los lomos de los volúmenes, consultándose los dos minuciosamente sobre sus mutuos conocimientos.

Tomado del Blog de José de la Colina (Letras Libres)