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viernes, 23 de julio de 2010

"El vestido de la novia" de Max Ernest.


Autor: Max Ernst
Fecha: 1939
Museo: Colección Particular
Características: 130 x 96 cm.
Material: Oleo sobre tabla
Estilo: Surrealismo
Ernst es, junto con Miró, el que mejor lleva a cabo la surrealización de la actividad artística. No le interesa sólo conseguir una imagen final de carácter surrealista; para él la realización de la obra es una actividad surrealista en sí. En este sentido cualquier técnica es válida con tal de conseguir, con la mayor perfección, el equivalente de la escritura automática, es decir: la anulación radical de la razón en el proceso de creación. Para Ernst no es el sueño el que da lugar a la imagen, al contrario. La imagen se desarrolla en el cuadro y el artista es el espectador de su propia obra, a cuya realización asiste. El sueño no nos lleva a sus imágenes, sus imágenes nos remiten al sueño. Ernst no pinta lo soñado, sueña lo pintado; por eso algunos le han considerado el más surrealista de todos.
En esta obra que contemplamos Ernst nos presenta el ritual de preparación para la boda, pero teñido de elementos inquietantes, sugiriendo que el enlace no es muy admitido. El amenazador gesto de la figura armada o el llanto del hermafrodita producen un intenso contraste con la exhuberancia del manto de la novia, que llega incluso a cubrir su rostro. Este manto posiblemente esté inspirado en una descripción de Breton: "hecho de la repetición infinita de las pequeñas plumas de un pájaro extraño, que usan los caciques de Hawai".

Tomado de: ARTEHISTORIA - Arte Español - Ficha El vestido de la novia
www.artehistoria.jcyl.es
ARTEHISTORIA - Arte Español - Lienzo pintado por Ernst en 1939 dentro de la estética surrealista.

Lo que el niño enseña al hombre


Para el sujeto que juega, para el niño o el hombre que participa efectivamente en las actividades creadoras, todo tiene la asombrosa novedad del descubrimiento; su ocupaciòn es ajena al recuerdo, ni siquiera està inventando, sino contemplando con los sentidos despiertos el milagro de una nueva creaciòn donde cada experiencia tiene la calidad de un hecho efectivo y concreto que a sido sublimado por la conciencia y donde cada percepciòn es una nueva valoraciòn sin precedentes.

Ficha Bibliográfica:
"Lo que el niño enseña al hombre"
Josè Gordillo
C.E.M.P.A.E.
Centro para el estudio de medios y procedimientos avanzados de la educaciòn.
Primera ediciòn 1973
Segunda ediciòn 1977
Tomado del Blog: Día a día, gota a gota; abril de 2007. C-e: http://diaadiagotaagota.blogspot.com

Trío los Panchos - La Malagueña (Homenaje a Sarita Montiel).

jueves, 22 de julio de 2010

Suma, Resta, Multiplicación y División.


Suma:
Cada noche de amor de que has gozado.
Los oros de la tarde en agonía.
La ardiente languidez del mediodía.
Añade los recuerdos más dichosos
disfrutados al lado de tus hijos.
Los incitantes de paz que has disfrutado.
Un "gracias"... que has sentido muy sincero.
El afecto de un amigo verdadero
y los amaneceres venturosos...

Resta:

Las noches de amor que no han llegado.
La tarde aquella en que tu amor moría.
La traición que conociste un mediodía.
Quita todos los instantes tormentos
y decepciones al crecer los hijos.
Las horas de tristeza que has pasado.
La ingratitud de quien no fue sincero.
Las ofensas de una amigo traicionero
y los amaneceres nebulosos.

Divide:

Entre alguien cuando sufre, tu sonrisa
y haz su dolor y su pesar más leve.
La última moneda que te queda
entre el pobre, el anciano abandonado
y el que está en una cama aprisionado.
Parte tu corazón y tu cariño
con quien será en la vida siempre niño.
Divide tu tormento de alegría
y de felicidad aunque sea breve...

Multiplica:

Tu fe con oraciones
y todos tus esfuerzos por ser bueno.
Multiplica tus obras, tus acciones.
Multiplica tu afán por darte plenos.
Feliz aquel que en su existir aplica
las cuatro operaciones principales.
De lo que bueno recibió a raudales
resiste amargura, decepción y males
y si del saldo divide los caudales,
verá que el que divide multiplica...
Rosina Guerrero de Alvarado.

Tomado del Muro de mi amiga: Isabel Bruno.

martes, 20 de julio de 2010

El árbol de los amigos


Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.

Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, más otras apenas vemos entre un paso y otro.

A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos. Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos. El primero que nace del brote es nuestro amigo papá y nuestra amiga mamá, que nos muestra lo que es la vida.

Después vienen los amigos hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros. Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.

Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz. Y a veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón y entonces es llamado un amigo enamorado. Ese da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies.

Mas también hay de aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca.

Hablando de cerca, no podemos olvidar a amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra.

El tiempo pasa, el verano se vá, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones. Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.

Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad. Hoy y siempre... Simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejaran nada.

Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba evidente de que Dos Almas no se encuentran por Casualidad
Jorge Luis Borges.
Envíado por: Silvina Soledad Dauria.

lunes, 19 de julio de 2010

¡Nunca Pienses en la Suerte, porqué la Suerte es el Pretexto de los Fracasados!


No culpes a nadie, nunca te quejes de nada ni de nadie, porque fundamentalmente tú has hecho tu vida.

Acepta la responsabilidad de edificarte a tí mismo, y el valor de acusarte en el fracaso para volver a empezar otra vez, corrigiéndote.

Nuca te quejes del ambiente ó de quienes te rodean, hay quienes en tu mismo ambiente supieron vencer. Las circunstancias son buenas ó malas según la voluntad ó la fortaleza de tu corazón.

Aprende a convertir toda situación difícil en una arma para luchar.

No te quejes de tu pobreza, de tu soledad ó de tu suerte, enfréntate con valor y acepta que de una u otra manera son el resultado de tus actos, y la prueba que has de ganar.

No te amargues de tu propio fracaso, ni se lo cargues a otro, acéptate ahora ó seguiras justificándote como un niño.

Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar, y que ninguno es tan terrible para claudicar.

Deja ya de engañarte, eres la causa de ti mismo, de tu necesidad, de tu dolor, de tu fracaso.

Si tu has sido el ignorante, el irresponsable, tú, únicamente tú, nadie pudo haber sido tú.

No olvides nunca, que la causa de tu presencia es tu pasado, como la causa de tu futuro es tu presente.

Aprende de los fuertes, de los valientes, de los audaces, imita a los enérgicos, a los vencedores, a quienes no aceptan situaciones, a quienes vencieron a pesar de todo.

Piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo, y tus problemas sin alimento morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande, que es el más grande de los obstáculos.

Mírate en el espejo de ti mismo.

Comienza a ser sincero contigo mismo, reconociéndote por tu valor, por tu voluntad y por tu debilidad para justificarte.

Recuerda que dentro de ti hay una fuerza que todo puede hacerlo; reconociéndote a tí mismo más libre y más fuerte, dejarás de ser un títere de las circunstancias, porque tú mismo eres tu destino.

Levántate y mira por las mañanas, y respira la luz del amanecer.

Tú eres la parte de la fuerza de la vida.

Ahora despierta, camina, lucha.

Decídete de una vez y triunfarás en la vida.


¡NUNCA PIENSES EN LA SUERTE, PORQUE LA SUERTE ES EL PRETEXTO DE LOS FRACASADOS!
Pablo Neruda
Tomado del Muro de Facebook de Isabel Bruno.

Aquiles, su vida y muerte.

domingo, 18 de julio de 2010

Gabriel García Márquez. Trabajar desde Casa - Trece líneas para Vivir

Poema de Jorge Luis Borges


Dime por favor donde no estás
en qué lugar puedo no ser tu ausencia,
dónde puedo vivir sin recordarte,
y dónde recordar sin que me duelas.

Dime por favor en que vacío
no está tu sombra , llenando los recuerdos;
dónde mi soledad es ella misma,
y no sentir que tú te encuentras lejos.

Dime por favor por qué camino podré,
yo caminar sin ser tu huella;
dónde podré correr por no buscarte,
y dónde descanzar de mi tristeza.

Dime por favor cuál es la noche
que no tiene el color de tu mirada;
cuál es el sol, que tiene luz tan solo,
y no la sensación de que me llamas.

Dime por favor donde hay un mar,
que no susurre a mis oídos tus palabras.

Dime por favor en qué rincón,
nadie podrá ver a mi tristeza;
dime cuál es el hueco de mi almohada,
que no tiene apoyada tu cabeza.

Dime por favor cuál es la noche,
en que vendrás, para yo asi velar tu sueño;
que no puedo vivir, porque te extraño;
y que no puedo morir, porque te quiero...

* Jorge L. Borges
Tomado del Muro de mi amiga: *Isabel Bruno.

Recordando a Carlos Monsiváis. Los rituales del caos

martes, 13 de julio de 2010

Personajes.

Es interesante ver ¿a cuantos personajes conocemos? Hagamos la prueba viendo y tratando de reconocer a los más que podamos.
Discussing the Divine Comedy with Dante
Discussing the Divine Comedy with Dante
La Imagen es demasiado grande, tenemos que recorrerla hacia la derecha para poderla ver completa.

jueves, 8 de julio de 2010

Relato erótico, de Diana Palacios ヂおし


En las noches de desvelo, cuando mi imaginación da para mucho más, sola en mi cama, puedo visualizar el siguiente encuentro. Recuerdo cuando conocí tu oficina por primera vez, con esos muebles de madera al parecer de caoba, con la mesa de cristal al centro.

Era sábado y tenía que terminar unos pendientes en la oficina, misma que abren sólo de lunes a viernes. Llegaste porque tenías llaves de allí mismo y con un pretexto parecido. Los guardias se retiraron a su casa, no había nadie más.

Yo llevaba una minifalda con medias a la altura de las rodillas, con unos moñitos coquetones para irme de antro terminando el trabajo, unas zapatillas altas y una blusa transparente con los hombros altos, un corpiño de encaje y un collar a la altura de los senos. Tú, guapo como siempre, llevabas tu pantalón de vestir, camisa de manga larga, péndulo de obsidiana y aroma a mar.

Me tocaste el hombro cuando yo trabajaba frente a la PC, me sobresalté, nos reímos... Sentí cómo se erizaban mis vellos cuando me rozaste con tu cuerpo. Intentabas aclarar que no fue tu intención asustarme mientras mirabas mis piernas. Yo las abría un poco para dejarte ver un poco más allá de las rodillas. Me puse muy nerviosa, acercaste una de tus manos a mi pierna. Viniste hacia mí, al ver el camino descubierto me acariciaste los labios con tu boca, el cuello, bajaste a mi escote en donde la transparencia trastocaba mi ser exponiendo lo erótico del momento, con el sexo a flor de piel bajaste hasta la altura de mis piernas y, finalmente, hiciste a un lado la ropa que tenía sobre puesta, ya de por sí húmeda, con tu lengua introduciéndote hasta lo más profundo de mi existencia.

No pude más que emitir un leve susurro. Subiste nuevamente y pude acariciar tu aliento suave con pequeñas mordidas en la comisura de tus labios. Me comí tu cuello saboreando lo salado del mar con esencia a sexo. Comenzaba a quitar los botones de tu camisa uno a uno sin mediar palabra, tus dedos traspasaban la influencia de tu de por sí hipnótica manera de hacerme sentir deseada.

Recorrimos la sala de una manera muy insistente, unas veces sentía lo duro de la mesa y otras tantas la suavidad del tapiz de las sillas. Murmurabas una plegaria en voz queda, como aquél deseo que se pronuncia con un gemido; sin permitirme siquiera un suspiro de alivio comenzaste a arremeter en mi vientre.

Desde esa vez sueño amante con la necesidad de tu cuerpo, de ser poseída cada vez que te veo. Vago por mi mente haciéndolo posible y con esa intensidad la oscuridad de tu ser provoca mi lujuria posando de mil maneras en un entorno hostil, lleno de salvajes emociones.

Libera mis miedos con ansiedad y húndete en mi hoguera de manera intempestiva. Permite que me defienda mientras tu mente exige más. Sé el dueño de ese momento mientras me mantengo participante, inquieta, o comerte suave y delicadamente hasta que decidas instintivamente seguir tu camino hacia mi vientre.


Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ°º•♥ ღ●๋• DIANELA ●๋•ღ ♥•º°Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ
SoLeSkOaLa4eVeR

Radu Lupu - Beethoven 32 Variations WoO 80 - Pt.1


Enviado a mi Muro de Facebook por: Lucia Haskil.

Schubert ~ Serenade ~


Tomado del Muro de Facebook de: Mario Sorcinelli.

La Mente Herida, de Marisol Biava Luer


Quizá nunca hayas pensado en esta cuestión, pero en mayor o en menor medida, todos nosotros somos maestros. Somos maestros porque tenemos el poder de crear y de dirigir nuestra propia vida.

De la misma manera en que las distintas sociedades y religiones de todo el mundo han creado una mitología increíble, nosotros creamos la nuestra. Nuestra mitología personal está poblada de héroes y villanos, ángeles y demonios, reyes y plebeyos. Creamos una población entera en nuestra mente e incluimos múltiples personalidades para nosotros mismos. Después, adquirimos dominio sobre la imagen que vamos a utilizar en determinadas circunstancias. Nos convertimos en artistas del fingimiento y de la proyección de nuestra imagen y en maestros de cualquier cosa que creemos ser. Cuando conocemos a otras personas las clasificamos de inmediato según lo que nosotros creemos que son. Y actuamos del mismo modo con todas las personas y cosas que nos rodean.

Tienes el poder de crear. Tu poder es tan fuerte que cualquier cosa que decidas creer se convierte en realidad. Te creas a ti mismo, sea lo que sea que creas que eres. Eres como eres porque eso es lo que crees sobre ti mismo. Toda tu realidad, todo lo que crees, es fruto de tu propia creación. Tienes el mismo poder que cualquier otro ser humano en el mundo. La principal diferencia entre otra persona y tú estriba en la manera en que aplicas tu poder y en lo que creas con él. Tal vez te parezcas a otras personas en muchas cosas, pero no todo el mundo vive la vida de la misma manera que tú.

Has practicado toda tu vida para ser quien eres y lo haces tan bien que te has convertido en un maestro de lo que crees que eres. Eres un maestro de tu propia personalidad y de tus propias creencias; dominas cada acción y cada reacción. Practicas durante años y años hasta que alcanzas el nivel de maestría para ser lo que crees que eres. Y cuando por fin comprendemos que todos nosotros somos maestros, llegamos a ver qué tipo de maestría tenemos.

Cuando un niño tiene un problema con alguien, y se enfada, por la razón que sea, el enfado hace que el problema desaparezca y de este modo obtiene el resultado que quería. Entonces, vuelve a ocurrir, y vuelve a reaccionar con enfado, ya que ahora sabe que, si se enfada, el problema desaparecerá. Pues bien, después practica y practica hasta llegar a convertirse en un maestro del enfado.

Pues bien, de esta misma manera es como nos convertimos en maestros de los celos, en maestros de la tristeza o en maestros del autorechazo.

Toda nuestra desdicha y nuestro sufrimiento tienen su origen en la práctica. Establecemos un acuerdo con nosotros mismos y lo practicamos hasta que llega a convertirse en una maestría completa. El modo en que pensamos, el modo en que sentimos y el modo en que actuamos se convierte en algo tan rutinario que dejamos de prestar atención a lo que hacemos. Nos comportamos de una manera determinada sólo porque estamos acostumbrados a actuar y a reaccionar así.

Pero para convertirnos en maestros del amor tenemos que practicar el amor. El arte de las relaciones también es una maestría completa y el único modo de alcanzarla es mediante la práctica. Por consiguiente, para llegar a ser maestro en una relación hay que actuar. No se trata de adquirir determinados conceptos ni de alcanzar un conocimiento en concreto. Es una cuestión de acción. Ahora bien, evidentemente, para actuar es preciso contar con algún conocimiento o al menos con una mayor conciencia de la manera en que funcionamos los seres humanos.

Quiero que te imagines que vives en un planeta donde todas las personas padecen una enfermedad en la piel. Durante dos mil o tres mil años, la gente de este planeta ha sufrido la misma enfermedad: todo su cuerpo está cubierto de heridas infectadas, que cuando se tocan, duelen de verdad. Evidentemente, la gente cree que esta es la fisiología normal de la piel. Incluso los libros de medicina describen dicha enfermedad como el estado normal. Al nacer la piel está sana, pero a los tres o cuatro años de edad, empiezan a aparecer las primeras heridas y en la adolescencia, cubren todo el cuerpo.

¿Puedes imaginarte cómo se tratan esas personas? Para relacionarse entre sí tienen que proteger sus heridas. Casi nunca se tocan la piel las unas a las otras porque resulta demasiado doloroso, y si, por accidente, le tocas la piel a alguien, el dolor es tan intenso que de inmediato se enfada contigo y te toca a ti la tuya, sólo para desquitarse. Aun así, el instinto del amor es tan fuerte que en ese planeta se paga un precio elevado para tener relaciones con otras personas.

Bueno, imagínate que un día ocurre un milagro. Te despiertas y tu piel está completamente curada. Ya no tienes ninguna herida y no te duele cuando te tocan. Al tocar una piel sana se siente algo maravilloso porque la piel está hecha para la percepción. ¿Puedes imaginarte a ti mismo con una piel sana en un mundo en el que todas las personas tienen una enfermedad en la piel? No puedes tocar a los demás porque les duele y nadie te toca a ti porque piensan que te dolerá.

Si eres capaz de imaginarte esto, podrás comprender que si alguien de otro planeta viniera a visitarnos tendría una experiencia similar con los seres humanos. Pero no es nuestra piel la que está llena de heridas.

Lo que el visitante descubriría es que la mente humana padece una enfermedad que se llama miedo. Al igual que la piel infectada de los habitantes de ese planeta imaginario, nuestro cuerpo emocional está lleno de heridas, de heridas infectadas por el veneno emocional. La enfermedad del miedo se manifiesta a través del enfado, del odio, de la tristeza, de la envidia y de la hipocresía, y el resultado de esta enfermedad son todas las emociones que provocan el sufrimiento del ser humano.

Todos los seres humanos padecen la misma enfermedad mental.

Hasta podríamos decir que este mundo es un hospital mental. Sin embargo, esta enfermedad mental ha estado en el mundo desde hace miles de años. Los libros de medicina, psiquiatría y psicología la describen como un estado normal. La consideran normal, pero yo te digo que no lo es.

Cuando el miedo se hace demasiado intenso, la mente racional empieza a fallar y ya no es capaz de soportar todas esas heridas llenas de veneno. Los libros de psicología denominan a este fenómeno enfermedad mental. Lo llamamos esquizofrenia, paranoia, psicosis, pero la verdad es que estas enfermedades aparecen cuando la mente racional está tan asustada y las heridas duelen tanto, que es preferible romper el contacto con el mundo exterior.

Los seres humanos vivimos con el miedo continuo a ser heridos y esto da origen a grandes conflictos dondequiera que vayamos. La manera de relacionarnos los unos con los otros provoca tanto dolor emocional que, sin ninguna razón aparente, nos enfadamos y sentimos celos, envidia o tristeza. Incluso decir «te amo» puede resultar aterrador.

Pero, aunque mantener una interacción emocional nos provoque dolor y nos dé miedo, seguimos haciéndolo, seguimos iniciando una relación, casándonos y teniendo hijos.

Debido al miedo que los seres humanos tenemos a ser heridos y a fin de proteger nuestras heridas emocionales, creamos algo muy sofisticado en nuestra mente: un gran sistema de negación. En ese sistema de negación nos convertimos en unos perfectos mentirosos. Mentimos tan bien, que nos mentimos a nosotros mismos e incluso nos creemos nuestras propias mentiras.

No nos percatamos de que estamos mintiendo, y en ocasiones, aun cuando sabemos que mentimos, justificamos la mentira y la excusamos para protegernos del dolor de nuestras heridas.

El sistema de negación es como un muro de niebla frente a nuestros ojos que nos ciega y nos impide ver la verdad. Llevamos una máscara social porque resulta demasiado doloroso vernos a nosotros mismos o permitir que otros nos vean tal como somos en realidad. El sistema de negación nos permite aparentar que toda la gente se cree lo que queremos que crean de nosotros. Y aunque colocamos estas barreras para protegernos y mantener alejada a la gente, también nos mantienen encerrados y restringen nuestra libertad. Los seres humanos se cobijan y se protegen y cuando alguien dice: «Te estás metiendo conmigo», no es exactamente verdad. Lo que sí es cierto es que estás tocando una de sus heridas mentales y él reacciona porque le duele.

Cuando tomas conciencia de que todas las personas que te rodean tienen heridas llenas de veneno emocional, empiezas a comprender las relaciones de los seres humanos en lo que los toltecas denominan el sueño del infierno. Desde la perspectiva tolteca todo lo que creemos de nosotros y todo lo que sabemos de nuestro mundo es un sueño. Si examinas cualquier descripción religiosa del infierno te das cuenta de que no difiere de la sociedad de los seres humanos, del modo en que soñamos. El infierno es un lugar donde se sufre, donde se tiene miedo, donde hay guerras y violencia, donde se juzga y no hay justicia, un lugar de castigo infinito. Unos seres humanos actúan contra otros seres humanos en una jungla de predadores; seres humanos llenos de juicios, llenos de reproches, llenos de culpa, llenos de veneno emocional: envidia, enfado, odio, tristeza, sufrimiento. Y creamos todos estos pequeños demonios en nuestra mente porque hemos aprendido a soñar el infierno en nuestra propia vida.

Todos nosotros creamos un sueño personal propio, pero los seres humanos que nos precedieron crearon un gran sueño externo, el sueño de la sociedad humana. El Sueño externo, o el Sueño del Planeta, es el Sueño colectivo de billones de soñadores. El gran Sueño incluye todas las normas de la sociedad, sus leyes, sus religiones, sus diferentes culturas y sus diferentes formas de ser. Toda esta información almacenada dentro de nuestra mente es como mil voces que nos hablan al mismo tiempo. Esto es lo que los toltecas denominan el mitote.

Pero lo que nosotros somos en realidad es puro amor; somos Vida. Y lo que somos en realidad no tiene nada que ver con el sueño, pero el mitote nos impide verlo. Cuando contemplas el sueño desde esta perspectiva, y cobras conciencia de lo que eres, comprendes cuán absurdo resulta el comportamiento de los seres humanos, y entonces, se convierte en algo divertido. Lo que para todos los demás parece un gran drama para ti es una comedia. Ves de qué modo los seres humanos sufren por algo que carece de importancia, algo que ni siquiera es real.

Pero no tenemos otra opción. Nacemos en esta sociedad, crecemos en esta sociedad y aprendemos a ser como todos los demás, actuando y compitiendo continuamente de un modo absurdo.

Ahora bien, imagina por un momento que pudieses visitar un planeta en el que toda la gente tuviera una mente emocional distinta. La manera en que se relacionarían los unos con los otros sería siempre feliz, siempre amorosa, siempre pacífica. Ahora imagínate que un día te despiertas en ese planeta y que ya no tienes heridas en tu cuerpo emocional. Ya no tienes miedo de ser quien eres. Ya no te importa lo que la gente diga de ti, porque no te lo tomas como algo personal y ha dejado de producirte dolor. Así que ya no necesitas protegerte más. No tienes miedo de amar, de compartir, de abrir tu corazón. Ahora bien, esto sólo te ha ocurrido a ti. ¿Cómo te relacionarás con la gente que padece heridas emocionales y que está enferma de miedo?

Cuando un ser humano nace, su mente y su cuerpo emocional están completamente sanos. Quizás hacia el tercer o cuarto año de edad empiecen a aparecer las primeras heridas en el cuerpo emocional y se infecten con veneno emocional. Pero, si observas a los niños de dos o tres años y te fijas en su manera de comportarse, verás que siempre están jugando. Los verás reírse sin parar. Su imaginación es muy poderosa y su manera de soñar una auténtica aventura de exploración.

Cuando algo va mal reaccionan y se defienden, pero, después, sencillamente se olvidan y vuelven a centrar su atención en el momento presente para seguir jugando, explorando y divirtiéndose. Viven el momento. No se avergüenzan del pasado y no se preocupan por el futuro. Los niños pequeños expresan lo que sienten y no tienen miedo a amar.

Por eso los momentos más felices de nuestra vida son aquellos en los que jugamos como si fuéramos niños, cuando cantamos y bailamos, cuando exploramos y creamos con el único propósito de divertirnos.

Cuando nos comportamos como niños nos resulta maravilloso porque ese es el estado normal de la mente humana, la tendencia natural.

Somos inocentes, igual que los niños, y para nosotros es normal expresar amor. Pero ¿qué nos ha ocurrido? ¿Qué le ha ocurrido al mundo entero?

Lo que ha sucedido es que, cuando éramos pequeños, los adultos ya padecían esa enfermedad mental, una enfermedad altamente contagiosa. ¿Y cómo nos la transmitieron? Captando nuestra atención y enseñándonos a ser como ellos. Así es como trasladamos nuestra enfermedad a nuestros niños y así es como nuestros padres, nuestros profesores, nuestros hermanos mayores y toda una sociedad de gente enferma nos la contagió a nosotros. Captaron nuestra atención, y, mediante la repetición, llenaron nuestra mente de información. De este modo aprendimos, y de este modo programamos una mente humana.

El problema reside en el programa, en la información que hemos almacenado en nuestra mente. Una vez captada la atención de los niños, les enseñamos un lenguaje, les enseñamos a leer, a comportarse y a soñar de un modo determinado. Domesticamos a los seres humanos de la misma manera que domesticamos a un perro o a cualquier otro animal: con castigos y premios. Esto es perfectamente normal. Lo que llamamos educación no es otra cosa que la domesticación del ser humano.

Al principio tenemos miedo de que nos castiguen, pero más tarde también tenemos miedo de no recibir la recompensa, de no ser lo bastante buenos para mamá o papá o un hermano o un profesor. De este modo es como nace la necesidad de ser aceptado. Antes de eso no nos importa si lo estamos o no. Las opiniones de la gente no son importantes y no lo son porque sólo queremos jugar y vivir en el presente.

El miedo a no conseguir la recompensa se convierte en el miedo a ser rechazado. Y el miedo a no ser lo bastante buenos para otra persona es lo que hace que intentemos cambiar, lo que nos hace crear una imagen.

Imagen que intentamos proyectar según lo que quieren que seamos, sólo para ser aceptados, sólo para recibir el premio. De este modo aprendemos a fingir que somos lo que no somos y perseveramos en ser otra persona con la única finalidad de ser lo suficientemente buenos para mamá, papá, el profesor, nuestra religión o quienquiera que sea. Y con este fin practicamos incansablemente hasta que nos convertimos en maestros de ser lo que no somos.

Pronto olvidamos quienes somos realmente y empezamos a vivir nuestras imágenes, porque no creamos una sola, sino muchas diferentes, según los distintos grupos de gente con los que nos relacionemos. Una imagen para casa, una para el colegio, y cuando crecemos, unas cuantas más.

Y esto funciona de la misma manera cuando se trata de una simple relación entre un hombre y una mujer. La mujer tiene una imagen exterior que intenta proyectar a los demás, y cuando está sola, otra de sí misma. Lo mismo pasa con el hombre, que también tiene una imagen exterior y otra interior. Ahora bien, cuando llegan a la edad adulta, la imagen interior y la exterior son tan distintas que ya casi no se corresponden. Y como en la relación entre un hombre y una mujer existen al menos cuatro imágenes, ¿cómo es posible que se lleguen a conocer de verdad? No se conocen. La única posibilidad es intentar comprender la imagen. Pero es preciso considerar más imágenes.

Cuando un hombre conoce a una mujer, se hace una imagen propia de ella, y a su vez la mujer se hace una imagen del hombre desde su punto de vista. Entonces él intenta que ella se ajuste a la imagen que él mismo ha creado y ella intenta que él se ajuste a la imagen que se ha hecho de él. Ahora, entre ellos existen seis imágenes. Evidentemente, aunque no lo sepan, se están mintiendo el uno al otro. Su relación se basa en el miedo, en las mentiras, y no en la verdad porque resulta imposible ver a través de toda esa bruma.

De pequeños no experimentamos ningún conflicto porque no fingimos ser lo que no somos. Nuestras imágenes no cambian realmente hasta que empezamos a relacionarnos con el mundo exterior y dejamos de tener la protección de nuestros padres. Esta es la razón por la que la adolescencia resulta particularmente difícil. Aun en el caso de que estemos preparados para sostener y defender nuestras imágenes, tan pronto intentamos proyectarlas al mundo exterior, éste las rechaza. El mundo exterior empieza a demostrarnos, no sólo particular, sino también públicamente, que no somos lo que fingimos ser.

Este sería el caso, por ejemplo, de un chico adolescente que aparenta ser muy listo. Acude a un debate en el colegio, y, en ese debate, alguien que es más inteligente, y que está más preparado, le supera y le deja en ridículo delante de todo el mundo. A continuación él intenta explicar, excusar y justificar su imagen delante de sus compañeros. Se muestra muy amable con todos e intenta salvar esa imagen delante de ellos, aunque sabe que está mintiendo. Por supuesto, hace todo lo posible para no perder el control delante de ellos, pero tan pronto se encuentra solo y se ve reflejado en un espejo, lo hace añicos. Se odia a sí mismo; se siente verdaderamente estúpido y cree que es el peor. Existe una gran discrepancia entre la imagen interior y la imagen que intenta proyectar hacia el mundo exterior. Pues bien, cuanto más grande es la discrepancia, más difícil resulta la adaptación al sueño de la sociedad y menos amor se tiene hacia uno mismo.

Entre la imagen que finge ser y la imagen interior que tiene de sí mismo cuando está solo, existen mentiras y más mentiras. Ambas imágenes están completamente alejadas de la realidad; son falsas, pero él no es consciente de ello. Quizás otra persona lo advierta, pero él está totalmente ciego. Su sistema de negación intenta proteger las heridas, pero éstas son reales y siente dolor porque intenta defender esa imagen por todos los medios.

De pequeños aprendemos que las opiniones de todas las personas son importantes y dirigimos nuestra vida conforme a esas opiniones.

Una simple opinión de alguien, aunque no sea cierta, es capaz de hacernos caer en el más profundo de los infiernos: «Qué feo estás. Estás equivocado. Eres un estúpido». Las opiniones tienen un gran poder sobre el comportamiento absurdo de las personas que viven en el infierno. Por ese motivo necesitamos oír que somos buenos, que lo estamos haciendo bien, que somos bellos. «¿Qué aspecto tengo? ¿Ha estado bien lo que he dicho? ¿Cómo lo estoy haciendo?»

Necesitamos escuchar las opiniones de los demás porque estamos domesticados y esas opiniones tienen el poder de manipularnos. Por eso buscamos el reconocimiento en los otros; necesitamos el apoyo emocional de ellos; ser aceptados por el Sueño externo a través de los demás. Esta es la razón por la que los adolescentes ingieren alcohol, se drogan o empiezan a fumar. Sólo para ser aceptados por otras personas que opinan que eso es lo que hay que hacer; sólo para que esa gente considere que están «en la onda».

Pero todas esas falsas imágenes que intentamos proyectar provocan un gran sufrimiento en muchos seres humanos. Las personas fingimos ser muy importantes, pero, a la vez, creemos que no somos nada.

Ponemos mucho empeño en ser alguien en el sueño de esa sociedad, en ganar reconocimiento y en recibir la aprobación de los demás. Hacemos un gran esfuerzo para ser importantes, para triunfar, para ser poderosos, ricos, famosos, para expresar nuestro sueño personal e imponer nuestro sueño a las personas que nos rodean. ¿Por qué? Pues porque creemos que el sueño es real y nos lo tomamos muy en serio.

Extracto del libro: La Maestría del Amor.
Un libro de sabiduría Tolteca Dr. Miguel Ruiz
Tomado del Muro de Facebook de mi amiga: Marina Rodriguez Sardina.