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jueves, 2 de mayo de 2013
El rinoceronte / Pietro Longhi
Pietro Longhi
En este lienzo, Longhi nos muestra a algunos curiosos que han acudido a ver el espectáculo sobre una tribuna de madera, delante de la cual se encuentra el rinoceronte que come con tranquilidad el forraje. Pero ninguno de los espectadores observa al monstruoso animal. La elegante dama con la capa de encaje mira al espectador del cuadro; su enigmático acompañante, al igual que el lacayo a su derecha, tiene la mirada puesta en el vacío; el hombre con la pipa de barro, en el borde derecho del cuadro, medita absorto en sus pensamientos; la mujer de pañoleta verde mira al otro lado y su vecina observa inmóvil a través de un antifaz negro. Ni siquiera la niña muestra interés. Todos están rígidos en su aparente viveza, irreales tras la máscara o la fisonomía.
Parecen como citas de una vida veneciana que ya no tienen en sí, sino que únicamente exhiben. Delante de esta indiferencia silenciosa, el rinoceronte: pesado, apático, simple, pintado con una cierta ingenuidad; el cartel de la pared le identifica como Vero Ritratto di un Rinocerotto, el verdadero retrato de un animal que, en su exotismo, es lo único real. Por el contrario, el mundo cotidiano veneciano se ha convertido en lo realmente extraño, pues no es más que máscara, disfraz, antifaz, sombras de la realidad, a la que no puede devolver ni siquiera la sorpresa.
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