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sábado, 20 de febrero de 2010

¡Oh, Mujer!

Mujer, tenías dieciséis cuando con mentiras te robé el sacro terciopelo rojo, al aire dejé el enorme par de colmillos de marfil, pedían salir, mujer; me gustaba verte, el sacudir al andar, siempre así fue la cura del malestar, días que se repiten, hoy se repite. Y yo los invito, mujer, me gusta que te usen, que te muerdan el marfil con el esmalte, eres del caro material. Con los listones de seda te introduzco en bajezas ajenas, deleite es mover tu quijada mientras la lengua me escurre fuera, tu voz apenas repite plagada de esos ojos inocentes en el infierno. Oh mujer, soy un animal de carroña, con la cara marcada, vulgar, vestido en la mejor tela que sueña con poderte decir: te amo. Y es que El origen de la familia, el Estado y la propiedad privada... sí, precisamente de propiedad, extraña nueva propiedad, comparto el marfil y pago por ver, tu marfil en la sartén caliente ajena. Soy el impotente, mi cartera apenas cubre tus muslos y mi lengua apenas se te ilumina un final feliz, nunca mujer. De la penumbra, tus talones de gloria aprieto. Para ti no soy lo mejor, pero tú, mujer, lo mejor de mí. Extraña propiedad, quisiera decirte te amo, mas hoy tampoco podré porque el huésped nos visita. ¡No me odies, mujer!

Simplemente, soy una bestia asimétrica, inferior, que se incendia por dentro, que te odia cuando te amo.

Raymundo A. Bolaños

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